ARTÍCULO OCT. 24 - 2016
CONCLUSIÓN
Por: Angela Jaramillo
Tengo el privilegio de estar todos los días con personas que tienen diabetes, escuchar sus historias, sus alegrías, sus lamentos y la manera cómo la diabetes produjo un fuerte impacto en sus vidas en el momento del diagnóstico y sigue impactando negativamente durante muchos años. Es, repito, realmente, un gran privilegio.
Lo triste es que después de escucharlas he llegado, nuevamente, a la penosa conclusión que, “son los profesionales de la salud quienes han tenido o tienen gran culpa de esta crisis emocional, poco cuidado, falta de adherencia al tratamiento y tengan complicaciones”. Lamento decir estas palabras, pero me baso en hechos reales.
Lógico, existen muy buenos profesionales de la salud, a ellos los admiro. A los que me refiero en este momento es aquellos que son fríos, insensibles, que creen que saber un poco más sobre el tema de la diabetes los eleva a la categoría de dioses y por consiguiente quienes acuden a sus consultas pueden ser tratados como seres pasivos, que no tienen derecho a preguntar las inquietudes referentes a su vida con diabetes porque “como ellos son los expertos”, la persona simplemente debe aceptar calladamente lo que ellos “imponen”, sin posibilidad de entender los por qué, los para qué, los cómo; salir de la consulta sin respuestas concretas y, además, regañados y simplemente resignarse porque, “eso es por causa de la diabetes”. Ahh! que tal!
Es que ser profesional de la salud requiere EMPATÍA, esa capacidad o intención de reconocer y comprender los sentimientos y actitudes de las personas, así como las circunstancias que los afectan en un momento determinado; es esa capacidad de entender a las personas escuchando sus preocupaciones y su solicitud de ayuda en el momento de la consulta,
Triste es saber que en pleno siglo XXI se presenta esta falta de humanismo, de un trato amable y comprensible de los profesionales de la salud y, que las personas que tienen diabetes (o cualquier padecimiento), tengan que soportar la altanería, la arrogancia y la mala educación de los que “por tener un título profesional” carecen de la mínima sensibilidad humana para reconocer en el “otro” a un ser humanamente igual a ellos mismos que por circunstancias de la vida no tiene los conocimientos para el manejo de su diabetes, la educación, la cultura y acude a ellos porque necesita su concepto médico.
Me atrevo, con todo respeto, a hacer un nuevo llamado de atención a este tipo de profesionales de la salud para que revisen su actitud frente a la persona con diabetes (o con cualquier enfermedad), para que lleven a su vida profesional la sensibilidad, la compasión, el amor al prójimo y recordar que, el hecho de ser profesionales de la salud no los exime de enfermar.
“AYUDA A LOS OTROS DE LA MISMA MANERA CÓMO QUISIERAS TE AYUDARAN A TI”
SI SE PUEDE!